Está mal correr alrededor de la pileta. Está mal y punto.
Te lo dicen cuando sos chico y lo hacés igual. Te lo dicen cuando sos un poco más grande y capaz lo hacés menos, pero lo hacés. Si aun siendo grande, lo hacés, entonces hay algo que está mal en vos.
Hay algo que no cierra, que no está bien. Hace un tiempo hablaba sobre personas que alguna vez chocaron y que se vuelven a ver gracias a los satélites. Yo soy uno de ellos. Otro -de los satélites-, mostró a una de estas personas, a uno de estos mundos, corriendo alrededor de una pileta. Está mal. No solo está mal la acción, está mal esa persona.
Hace poco cruzamos mensajes. Me pidió un favor mínimo. Lo concedí porque siempre estuve bien con esta persona y aun lo sigo estando. La respuesta que correspondía a ese favor trascendía a terceros, entre ellos, aquel mundo con el que alguna vez chocó. Esta petición, fue tomada con rencorosa acidez por otra persona -ajena (o no tanto) a estos dos mundos-, como correspondía ante la salida ácida de esta persona de nuestro contexto.
Estos mundos se cruzaron nuevamente hoy. Siempre a través de satélites, nunca directamente. No saben lo que hacen ni uno ni el otro hasta que se enteran por un tercero. Ante los comentarios graciosos, la ironía mal intencionada, sencillamente solo podía callarme y mirar con la mínima sonrisa falsa del cumplimiento cómo los secretos entre los mundos afloraban en ese momento en forma de sentimientos rencorosos.
No se corre alrededor de la pileta con treinta años. Algo está mal. No se si preguntar. Sigo siendo un satélite después de todo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario