Con esa frase me pidieron ayuda hace poco. Se trataba de una silla? De un mueble? De un amplificador? De un cable que no quería salirse del suelo? No, se trataba de aquel amigo del post anterior.
Resulta que el señor está pasando por cambios. Está queriendo cambiar su trabajo, ya no lo soporta. No puede creer que lo tengan tan poco en cuenta habiendo trabajado tanto. No puede entender que no le hayan aumentado el sueldo como a otros. Quiere cambiar sus horarios. Llega a horario a su casa, a eso de las veinte horas, a veces menos, pero no puede evitar tirar todo en el sillón, recostarse para descansar, dormirse unas dos horas y después no poder conciliar el sueño a la noche. Quiere cambiar sus hábitos con la comida. No come bien como consecuencia de su problema de horario. No se siente útil en nada. Simplemente no sabe nada de nada, una lisa y llana crisis de identidad.
Lo golpeó duro la situación anterior. Le ganó alguien como él, otro ganador, pero lo dicho, no era la chica, era más profundo como me imaginaba. Fue la última gota, fue una aguja que venía cayendo del cielo.
La gota hizo que saliera el agua del vaso y se manifestó la crisis de identidad. Le explotó toda junta cual burbuja inmobiliaria norteamericana. Toda su confianza, su personalidad y su orgullo ahora eran incertidumbre.
Y ahí estaba yo, con mi propia crisis de identidad, tratando de identificarme con él para poder ver la suya con más tangibilidad y poder decirle algo. Me vi reflejado en algunas cosas, en otras no tanto. Luego de escucharlo le sugerí ir a tomar algo y aceptó. Fuimos los tres. Él, el amigo que pidió ayuda y quien escribe.
Entre cervezas, algún trago y charla de fútbol, de laburo, de mujeres y de la amistad nunca surgió hablar de su crisis de identidad. Simplemente se sintió mejor y siguió su camino.
Qué se le puede decir a alguien en una crisis de identidad? Algo que realmente pueda promover la determinación a salir de la crisis.
Habré levantado esto? El tiempo dirá.
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